martes, 27 de marzo de 2018

¿ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA O ARREBATAMIENTO EXTÁTICO?

Mientras que “la exégesis” nos lleva a descubrir el verdadero sentido de los pasajes bíblicos “la eiségesis” consiste en poner en ellos nuestras propias ideas. Tal es el caso del siguiente versículo:

Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: SUBE ACÁ, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas (Apocalipsis 4:1) (énfasis mío) 



Cuando muchos leen este versículo, creen (sin tener más opción que lo que aprendieron) que el mismo está haciendo referencia inequívoca al momento exacto cuando la iglesia es arrebatada de la tierra para encontrarse con su Señor en las nubes (1 Tesalonicenses 4: 17). Pero cabe preguntar ¿es eso así? Seguramente no, ya que el texto, su contexto y la totalidad del libro de Apocalipsis impiden asumir como cierta dicha interpretación. 

Lo que Juan el profeta de Patmos está describiendo, es el arrebato extático que vivió para recibir la revelación de Jesucristo. Él no subió físicamente a ninguna parte, ya que sus pies en ningún momento dejaron de pisar el suelo de la isla de Patmos. Por eso es que el versículo siguiente dice: 

Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado (v.2)

Estando ya en el Espíritu, Jesús resucitado le revelará el curso de la historia de la iglesia hasta el triunfo final y definitivo del reino de Dios sobre los reinos de este mundo. 

Este tipo de frases no son ajenas en la literatura apocalíptica judía, por ejemplo hallamos una similar en un libro apócrifo llamado «EL TESTAMENTO DE LOS DOCE PATRIARCAS» (s. II a.C) que dice:

El ángel me abrió entonces las puertas del cielo y vi el templo santo y al Altísimo sobre un trono de gloria (Levi 5:1)

La frase «PUERTA ABIERTA EN EL CIELO» significa que se está a punto de acceder a un conocimiento y a una comprensión profunda del mundo mediante una revelación divina.

CONCLUSIÓN Cuando estudiemos un pasaje de la Biblia esforcémonos por descubrir su verdadero sentido y significado. De lo contrario, cometeremos el error de hacer que la Biblia diga lo que nosotros creemos o lo que queremos.

DICEBAMUS HESTERNA DIE

Una mañana de 1577, el religioso agustino fray Luis de León entraba en la Universidad de Salamanca para dar su clase. Era el profesor de Teología, y una verdadera multitud lo aguardaba en el aula para escucharlo. El fraile acababa de salir de la cárcel, luego de pasar cinco años encerrado, solo, y en condiciones muy duras, en la prisión de Valladolid, acusado por la Inquisición de haber traducido al castellano un libro bíblico: «el Cantar de los Cantares», lo cual estaba prohibido, ya que la Biblia sólo podía leerse en latín. Ahora, finalmente absuelto, volvía triunfante para retomar la cátedra. Fray Luis subió lentamente al estrado, seguido por la ansiosa mirada de los alumnos que se disponían a oír el desquite preparado contra sus adversarios. Entonces, con voz serena y moderada, empezó: «Dicebamus hesterna die...» (Decíamos ayer) Y ante el asombro de los presentes, retomó la misma lección que cinco años atrás había interrumpido al ser encarcelado, como si todo este tiempo en la prisión no hubiera hecho mella en su ánimo.

(Tomado del libro enigmas de la Biblia) 

Fray Luis de León
De esta historia aprendemos tres lecciones:

A) VALIENTE Las convicciones de Luis de León eran tan sólidas que no fue disuadido por las disposiciones y prohibiciones del Concilio de Trento (1545 – 1563 d.C.) de usar exclusivamente la Vulgata Latina (Biblia en latín) y de no traducir la Biblia a la lengua del pueblo. 

B) INQUEBRANTABLE Los cinco años de solitaria y durísima reclusión no quebraron su espíritu ni sus convicciones, ya que éstas continuaban tan firmes como antes.

C) SIN RENCORES Luis de León estuvo preso a causa de las denuncias de un teólogo español de nombre León de Castro. De allí que al salir de prisión y al retomar su cátedra muchos esperaban que sus primeras palabras fueran de desquite, pero no, no fue así.

Aula de Fray Luis de León en las Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca


CONCLUSIÓN No permitamos que las disposiciones humanas o las críticas de los intolerantes nos muevan de nuestras convicciones. Al contrario, permanezcamos firmes y sin fluctuar, manteniendo nuestros corazones libres de rencores y sin raíces de amargura para no apartarnos del Dios vivo.