¿DEBEN LOS HOMBRES DE DIOS HABLAR DE POLITICA?
EL PROFETA CAMPESINO Y SU MUNDO Amos fue un campesino oriundo de Tecoa, una pequeña y apartada villa en la región de Judá rodeada por pequeñas colinas y algunos lugares desérticos. En el libro que lleva su nombre, se afirma que Amos se dedicaba al cuido del ganado y al cultivo de Sicómoros (Amos 7:14). Cualquiera pudiera pensar que un hombre de campo, que vive en un lugar apartado y que se dedica a las tareas ya mencionadas, estaría muy poco enterado del acontecer del mundo circundante; pero nada más lejos de la realidad. Cuando leemos su libro es difícil no notar el enorme y preciso conocimiento que él tenía de la realidad social y política de más de 30 ciudades y distritos de su época ¿cómo pudo estar tan informado sin radio, sin periódicos, sin televisión, sin cable y sin Internet? Simple, su trabajo itinerante le facilitaba el contacto con comerciantes y hombres de negocios de diferentes naciones, con los que de seguro charlaba e intercambiaba puntos de vista acerca de las realidades que ellos vivían en el ámbito de lo social, lo económico y lo político. En pocas palabras, Amos seguía de cerca y con verdadero interés lo que acontecía en Israel y Judá (su nación) y el resto de países vecinos. Su conocimiento de la realidad, sumado al conocimiento de la voluntad del Dios de justicia, le impidió mantenerse neutral y al margen de la problemática de su época, así que tomó una postura clara y definida frente a los pecados de la élite y los poderosos.
LA ACTIVIDAD DEL PROFETA Solo bastará leer los primeros dos capitulos de su libro, para corroborar como el profeta campesino empieza a mencionar las grandes ciudades de su época: Damasco en Siria, Gaza, Asdod, Ascalón, Ecrón en Filistea, Tiro, Temán y Bosra en Edom, Rabá en Amón, Moab, Judá (su propia nación) e Israel, para luego enumerar con asombrosos detalles cada uno de los pecados que eran cometidos por sus gobernantes. Amos no solo critica a los reyes extranjeros ya mencionados, también critica con fuerza para entonces inusitada a Juda e Israel por los pecados de injusticia social y económica cometidos por sus COMERCIANTES (por sus pesas falsas, por acaparar los granos básicos para luego especular con sus precios), sus JUECES por aceptar sobornos y negar la justicia al pobre, sus PODEROSOS que se aprovechaban del débil, sus RICOS con sus vidas fastuosas, al punto de llamar «Vacas de Basán» a las mujeres de la aristocracia que vivían en la gran capital (4:1). Todo esto como era de esperarse, le acarreó problemas al boyero de Tecoa, sobre todo porque viajó hasta Bet-el (santuario religioso vinculado al poder estatal) y estando allí, se atrevió a hablar en contra del mismísimo Jeroboam («aquel que pelea las batallas del pueblo») el rey de Israel, a quien YVH había escogido para salvar a la nación de su inevitable catástrofe y llevarla a una época de expansión territorial y de prosperidad económica nunca antes vista desde los días de David y Salomón y que fue profetizada por Jonás (2 Reyes 14:25-28). Amasías, un sacerdote leal a Jeroboam, denunció ante él al heraldo de YHVH, para luego mandarlo de regreso a Judá por haberse atrevido a arremeter en contra del popular, capaz, competente y poderoso rey (Amos 7:10-13).
AMOS EN LA ACTUALIDAD ¿Qué opinan de los ministros del Evangelio que sin tener intereses de índole político partidario, hablan acerca de temas coyunturales y de nación? ¿Cuáles deberán ser sus respuestas al ser consultados en temas sociales, políticos y económicos? ¿Creen que deberán decir que aceptando a Cristo y orando se resolverá todo, o cabe la posibilidad de una respuesta más amplia e integral? ¿Porque mejor no decimos que este mundo ya no tiene remedio y que todo lo que ocurre ya está profetizado en la Biblia? ¿O porque mejor no solo cantamos de las calles de oro y las mansiones celestes mientras este mundo se quema y se desangra?
Si Amos con toda su radicalidad profética hubiera vívido en este tiempo, no hubieran faltado los que le hubieran dicho: «Zapatero a tus zapatos, no te metas a hablar de política», «en lugar de criticar a las autoridades, mejor ora por ellas», «los profetas de Dios solo deben hablar de cosas espirituales, no de cosas terrenales» «¿Por qué hablas en contra del que pelea nuestras batallas y que ha sido el instrumento de Dios para salvar a nuestra nación del desastre?» y los menos pensantes hubieran dicho «a lo mejor lo compró el rey de Siria para que se expresara así de nuestro rey». Pero dejémonos ya de hipótesis y consideremos esta realidad: Amos es un modelo de vida para nosotros hoy, ya que siendo un hombre de campo, se interesa, se informa, analiza, critica y confronta a la luz de la voluntad de YHVH.
LA LABOR PROFETICA DE LA IGLESIA Y SUS MINISTROS La labor de la iglesia consiste en anunciar la Buena Noticia de salvación tal como lo hizo Jesús y sus apóstoles y también en ser la conciencia de la nación, de sus gobernantes y de su clase política. Preguntémonos ¿Quién instituyó el Estado o el gobierno humano? Fue Dios ¿tiene Él algo que decir a los Estados y a sus administradores? ¡Claro que sí! Ya que al ser Él el que instituyó el gobierno humano tiene toda la autoridad para exigirle a los que detentan o detentarán el poder una conducta digna, justa y honesta ¿A través de quiénes lo dirá? Pues a través de su iglesia y de sus ministros ¿O acaso se les ocurre una mejor manera de hacer saber a los políticos acerca de sus responsabilidades para con Dios y los gobernados? Concluimos pues que el tema de la política está también incluido en los menesteres de los hombres de Dios. El quehacer profético de Amos en una época como la ya descrita nos muestra de manera clara y categórica cual debe ser el rol que debe jugar la iglesia de Cristo y sus ministros en medio de la sociedad en la cual viven. Negarse a hablar de temas políticos es renunciar a una de nuestras responsabilidades como embajadores del Rey de Reyes; mantenernos neutrales y al margen ante la corrupción, la injusticia y la violencia es renegar del reino de Dios, afirmar que los temas políticos no pertenecen a los menesteres de la iglesia equivale a reducir los alcances y la extensión del reino de Dios, criticar a los embajadores del reino, por recordar a la clase política sus deberes es lo mismo que decirle a Dios: ¡Ey tú! Dedicate a salvar almas y no te metas en los asuntos de los hombres.
Los cristianos y los ministros que los presiden deben tener en una mano la Biblia y en la otra, fuentes fidedignas de información acerca de nuestra realidad actual.
Necesitamos más hombres como Amos.