viernes, 12 de octubre de 2018


INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA Y CIENCIA

Galileo Galilei (1564 – 1642 d.C.) fue un astrónomo, filósofo y matemático italiano cuya vida se caracterizó por el constante enfrentamiento entre sus descubrimientos revolucionarios y la “verdad” oficial de la iglesia que castigaba con severidad toda desviación de la ortodoxia.

Las afirmaciones científicas de Galileo aparecieron en un momento histórico muy difícil, ya que la iglesia oficial se había radicalizado en su lucha contra la Reforma protestante iniciada por Lutero en 1517 y también a causa de las disposiciones adoptadas por el Concilio de Trento (1545 – 1563).

Proceso emprendido contra Galileo Galilei por la iglesia católica en 1633
El 21 de diciembre de 1614, en la iglesia florentina de Santa María Novella, Tommaso Caccini quien pertenecía a la orden de los dominicos (Domini Canes, «Los perros del Señor») arremetió duramente en contra de Galileo y sus seguidores. En su arenga, Caccini afirmó que la matemática era un «arte diabólica» que llevaba a conclusiones absurdas y que contradecía afirmaciones bíblicas. Qué afirmaciones? Una de ellas era que el Sol giraba alrededor de la tierra y la prueba fehaciente era este texto:

«Entonces Josué habló al Señor el día en que el Señor entregó a los amorreos delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de Israel: Sol, detente en Gabaón, y tú luna, en el valle de Ajalón. Y el sol se detuvo, y la luna se paró...» (Josué 10:12, 13 a)

¿Qué más prueba se necesitaba? La mismísima Biblia apoyaba el geocentrismo de Aristóteles (s. IV a.C.) y de Ptolomeo (100 - 170 d.C.). El texto bíblico confirmaba que la tierra estaba quieta en el centro del universo y que el Sol y las estrellas giraban alrededor de ella. La Biblia daba el mentís a las desviaciones heliocéntricas de Galileo.

La Luna, la Tierra y el Sol
Ya pasaron 400 años y ahora nos podemos preguntar con libertad ¿Quién tenía la razón? ¿Galileo o la iglesia con su interpretación del texto en cuestión? La respuesta la tenemos todos nosotros. Los hechos de la ciencia que esgrimió Galileo vencieron no a la Biblia, sino a la creencia de la iglesia que sostenía que ese texto contenía afirmaciones científicas.

La Biblia es la Palabra inspirada de Dios y en ella hallamos muchas afirmaciones impresionantes, cuya precisión y fidelidad son confirmadas por la Historia, la Arqueología, la Oceanografía, la Geología, etc. Pero ¡cuidado! Debemos admitir que hay relatos en la Biblia cuyo valor es eminentemente teológico ¿Ha errado la Biblia cuando no coincide con algunos hechos científicos irrefutables? ¡No! Sus autores no erraron, erraron los que le dieron a ciertos pasajes bíblicos un significado y un alcance que van más allá del que le dieron sus autores inspirados.

Recordemos que los escritores bíblicos eran teólogos, no antropólogos, geólogos, fitólogos, historiadores modernos o astrónomos. Si no tenemos en cuenta esto, continuaremos peleando innecesariamente contra ciertos hechos de la ciencia con la misma radicalidad canina de los dominicos en contra de Galileo en el siglo XVII.

Exigir inerrancia científica e histórica a la totalidad del texto sagrado es un error lógico que surge de una concepción imprecisa y errada de la doctrina bíblica de la Inspiración de las Escrituras. 

No es lo mismo contradecir la doctrina de la inspiración de la Biblia (Dios nos libre) que contradecir la manera en que ésta es concebida y enseñada por los hombres.

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