jueves, 27 de octubre de 2016

DIVERSIDAD Y PLURALIDAD EN EL CRISTIANISMO DEL PRIMER SIGLO

¡Debemos ser como la iglesia primitiva! Es una frase recurrente de muchos predicadores hoy día, pero ¿será que ellos entienden los alcances o implicaciones de esta afirmación? Yo creo que no, a continuación les presento de manera sencilla lo que significa desde la perspectiva bíblica "ser como la iglesia primitiva", espero que les pueda ser de ayuda.
A diferencia de lo que muchos creen, la iglesia cristiana del primer siglo no nació monolítica (hecha de una sola pieza) tampoco fue un solo tronco que se diversificó después en diferentes sectas heréticas. La verdad histórica nos muestra que fue al revés, ya que la iglesia primitiva se caracterizó por la pluralidad y diversidad en aspectos teológicos y prácticos. Sería hasta la época del emperador romano Constantino (Siglo IV) cuando se empezó a imponer la uniformidad en detrimento de la pluralidad y diversidad que caracterizó a la iglesia apostólica desde sus inicios. 





En esa pluralidad de cristianismos, nos son más conocidos el cristianismo paulino (representado por las siete cartas auténticas de Pablo y las pseudoepígrafas) el judeo cristianismo (representado por el evangelio de Mateo y la carta de Santiago) Y la comunidad del discípulo amado (representada por el Evangelio, las tres cartas y el Apocalipsis atribuidos a Juan.)  Cada uno de estos cristianismos (que no fueron los únicos) tenían sus propios enfoques teológicos, que hoy pueden ser fácilmente rastreados y detectados al leer concienzudamente los libros del Nuevo Testamento que los representan.  

Al oír la frase “debemos ser como la iglesia primitiva” tenemos que preguntarnos ¿a cuál de todas las tradiciones se está refiriendo el predicador? ¿A la de Pablo, a la de Jerusalén o a la del discípulo amado? (Por solo mencionar las tres anteriores.) Debemos ser honestos, ninguna iglesia o denominación ha podido, ni podrá jamás imitar a la iglesia primitiva en toda su diversidad. Si la iglesia del primer siglo nunca fue uniforme en su teología, ni perfecta en su praxis ¿Qué nos hace pensar que podremos ser lo que la iglesia del principio nunca fue? 
Pero no debemos desanimarnos, ya que tenemos toda esa riqueza teológica e histórica expuesta en las páginas del Nuevo Testamento. Lo que a nosotros nos corresponde es apropiarnos de esa riqueza y aplicarla sabiamente a nuestro diario vivir como iglesia en el aquí y en el ahora. 

Pero ¡No se decepcionen! hay cosas que sí podemos imitar de esa iglesia primera, diversa y plural, por ejemplo: El amor que se profesaban como hermanos, la capacidad de dialogar y tolerarse entre sí cuando no coincidían en algunas cosas, su dedicación a la oración, su entrega a Cristo y su compromiso de llevar las buenas nuevas de salvación al perdido.  Pero también debemos conocer sus errores y desaciertos para evitarlos. Y no olvidemos que el Señor es el mismo de ayer, de hoy y por los siglos y que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. 

Es un error sublimar a la iglesia del principio y denigrar a la iglesia actual. Tanto la de antaño como la de hoy han tenido aciertos como también desaciertos. Dios no nos pide que seamos exactamente como la iglesia primitiva, que dio su testimonio en un contexto histórico y cultural que no es el nuestro. Lo que si nos pide es que basados en la Palabra demos un testimonio de nuestra fe echando mano de todos los recursos disponibles sino que seamos testigos eficaces del poder transformador del Evangelio en el aquí y el ahora. 

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